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Pablo Fernández: La humanidad enfrenta tres amenazas estratégicas

Para Pablo Fernández, director general de Derechos Humanos del Ministerio de Interior, Justicia y Paz,, el día internacional de paz debe apuntar a un único objetivo: garantizar vida digna para todas las personas. La fecha conmemorativa a la que alude Fernández es el 21 de septiembre y fue decretada por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 1981 y ratificada en 2001, para promover un cese al fuego en los conflictos bélicos y permitir la entrada de ayuda humanitaria a los pueblo atrapados en dichas confrontaciones.

“El Día Internacional de la Paz que plantea la ONU nos invita a conmemorar los ideales de paz que cada pueblo y cada nación en el mundo aspira mantener, conquistar o recuperar. Y para ello hay que trabajar porque cesen las hostilidades, pero entendiendo que cuando hablamos de “hostilidad” no nos referimos solamente a las que ocurren en una guerra convencional. Hoy la hostilidad está en las condiciones sociales, económicas, políticas, culturales que padecen muchos pueblos del mundo”, señaló Fernández a través de una entrevista concecida a Últimas Noticias.

Fernández además de ocupar la dirección de derechos Humanos del Ministerio de Interiores, se desempeña como secretario ejecutivo del Consejo General de Policía. Fernández sostiene que los ideales de la paz se consiguen trabajando para confrontar la “violencia estructural que impone a sangre y fuego el capitalismo en su expresión neoliberal; reducir la pobreza y el hambre; garantizar salud y educación; lograr la igualdad de género; proveer de servicios básicos públicos y accesibles a todas las personas; preservar el medioambiente y frenar el cambio climático; en definitiva, conquistar la justicia social”.

¿Qué ha hecho el Estado venezolano para mantener los ideales de paz? 

Hay que entender que la paz no es ausencia de conflictos sino resolución honesta de los mismos. Y en Venezuela tenemos muchos años tratando de lograrlo, pese a que algunos sectores con total ausencia de amor por su país se han propuesto sabotear todos esos esfuerzos por cesar la hostilidad entre compatriotas. Afortunadamente y pese a los intentos por torpedear el dialogo nacional, vemos que esa senda elegida para construir la paz, ha sido la que se va imponiendo.

El primer interesado en que exista paz en la sociedad es el propio Estado. La ausencia de paz lleva a la ingobernabilidad. Por eso en Venezuela, desde que se genera la ruptura histórica con lo que significó el periodo puntofijista, se comienza a transitar un camino (no exento de obstáculos y contradicciones) para construir una paz verdadera y duradera en Venezuela, basada en un nuevo pacto social que está plasmado en nuestra actual Constitución. Recuerdo al presidente Hugo Chávez, en un evento en Charallave, en el que resaltaba que “el camino de la Revolución Bolivariana, es el camino a la paz”. Teniendo esas premisas claras, el Estado venezolano asumió una política rectora, que es la contenida en la Gran Misión Cuadrantes de Paz, como forma de accionar en la construcción, consolidación y defensa de la paz en Venezuela.

En nuestro caso, por ejemplo, desde el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz, que es por naturaleza de su mandato una instancia que debe trabajar en la construcción de condiciones de paz social, se creó por iniciativa del ministro Néstor Reverol, el Frente Preventivo, que responde a los lineamientos de la Gran Misión Cuadrantes de Paz y es el espacio de articulación plural para el trabajo preventivo que hace el Ministerio a nivel nacional.

¿Que hace falta para consolidar eso que muchos denominan «la paz duradera”? 

Debemos superar la vieja concepción de la paz como la mera ausencia de guerras (la conocida pax romana) y también superar la visión ingenua de la paz como un estado de bienestar que se logra sin esfuerzo y sin atender a los conflictos (ligado a la concepción de la paz que manejaban los griegos). Para lograr una paz duradera, una paz activa, debemos comenzar por entender que la paz es un derecho humano y un valor fundamental que se conquista todos los días, que se construye desde la acción individual y colectiva cuando se pone el bien común, el respeto a la dignidad de todos los seres vivos y la justicia como ejes de nuestro ser y quehacer. Pensar que la paz se conquista una vez y para siempre es una ingenuidad. Hay que “alimentarla” y sobre todo protegerla cotidianamente de aquellos que ganan en la violencia, en la división y en la discordia social.

¿Cuáles son los actores llamados a construir la paz? 

La construcción de la paz es una tarea compartida. Es el mejor ejemplo de eso que llamamos corresponsabilidad. Por supuesto, esos niveles de responsabilidad son diferenciados, según el rol que juega cada quien. La paz se construye en nuestros hogares, en las escuelas, en las comunidades, en las instituciones. Pero son los gobiernos, los poderes fácticos (económicos y mediáticos), las instancias que de alguna manera direccionan nuestro mundo, quienes tienen la mayor de las responsabilidades en esa construcción y sobre todo mantenimiento de la paz mundial.

Por eso la enorme preocupación que hoy encontramos en amplios sectores ante el desborde de la violencia, la arbitrariedad, el abuso de poder con que actúan las grandes potencias militares y económicas contra los países más débiles o contra aquellos que sencillamente no se someten a agendas e injerencias externas.

Como advierte en estos días el gran pensador crítico, Noam Chomsky, el mundo vive un momento de «confluencia de distintas crisis muy fuertes» que no reconocen fronteras: la amenaza de una guerra nuclear, la catástrofe ecológica, la destrucción de la democracia real con el consecuente crecimiento de los autoritarismos. Son tres amenazas estratégicas que durante los últimos años han ido en aumento en distintos lugares del planeta, gracias a la visión y la forma de relación que ha impuesto Donald Trump y quienes siguen alienados a sus políticas destructivas.

El modelo “trumpista”, unilateralista, violento, profundamente sectario e inhumano, ha ido desmoronando los códigos de convivencia internacional, las relaciones basadas en el respeto y no en la fuerza; ha destruido, por ejemplo, el consenso para el control de las armas en el mundo y desarrollado armas más peligrosas, pulverizando las protecciones contra las amenazas de una guerra nuclear. Se han dedicado sistemáticamente, él y sus gobiernos-poderes acólitos, a destruir el medio ambiente en aras de un lucro insaciable que asesina la naturaleza para ello (el ejemplo más cercano lo vemos en la acelerada deforestación de la Amazonía, el pulmón del mundo, que impulsa el neofascista Jair Bolsonaro en Brasil) y así van diezmando cualquier sustento de la vida.

R: UN-Eligio Rojas

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